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Día Internacional del Té
Este mes de Mayo, celebramos el Día Internacional del Té: una bebida, una cultura, un legado
Cuando preparo una taza de té, no solo busco calmar la mente o reconfortar el cuerpo. Siento que participo de algo mucho más grande: una tradición milenaria que ha cruzado continentes, ha inspirado leyendas y ha unido personas de todos los rincones del planeta. Por eso, cada 21 de mayo, me tomo un momento especial para celebrar con gratitud el Día Internacional del Té. Y no, no se trata sólo de rendir homenaje a una bebida: es una ocasión para reconocer su impacto social, cultural, económico y espiritual en el mundo.
Como amante y estudioso del té desde hace décadas, puedo afirmar sin exagerar que esta infusión ha moldeado imperios, ha tejido lazos entre culturas, ha generado rutas comerciales históricas y sigue, hoy en día, conectando a millones de personas que encuentran en una taza de té algo más que una simple bebida.
El origen del Día Internacional del Té
Aunque el consumo de té tiene más de 4.000 años de historia, fue apenas en el siglo XXI cuando se estableció una jornada oficial para su celebración. El Día Internacional del Té fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019, y se conmemora cada 21 de mayo. La fecha no fue elegida al azar: en muchos países productores, como China, India o Sri Lanka, mayo marca el comienzo de la temporada de cosecha de algunas de las mejores hojas del año.
El objetivo de este día no es únicamente celebrar una tradición; también busca concienciar sobre la importancia del té en la lucha contra la pobreza y el hambre, ya que millones de personas, especialmente en países en desarrollo, dependen del cultivo y comercio de té para su subsistencia. Además, promueve un comercio más justo, la sostenibilidad en las plantaciones y el empoderamiento de las comunidades rurales.
Para mí, este enfoque integral —que combina historia, medio ambiente, justicia social y cultura— es precisamente lo que convierte al Día Internacional del Té en una celebración con verdadero sentido
Un viaje milenario: del mito a la taza
Cada vez que cuento el origen del té, empiezo con la leyenda del emperador chino Shen Nong. Se dice que alrededor del año 2737 a.C., mientras hervía agua bajo un árbol, unas hojas cayeron en su caldero. Al probar el resultado, quedó maravillado. Así habría nacido el té, al menos en el imaginario popular.
Lo que sí sabemos con certeza es que China fue la cuna del té, donde primero se utilizó con fines medicinales y rituales. De allí, la tradición se extendió a Corea, Japón, el sudeste asiático y, más tarde, a India y Ceilán (hoy Sri Lanka), transformándose en un pilar económico del Imperio Británico y en la protagonista de rutas comerciales legendarias como la Ruta del Té y el Mar del Sur de China.
A lo largo de los siglos, el té ha inspirado ceremonias como el chanoyu japonés, ha sido símbolo de hospitalidad en Medio Oriente y ha protagonizado momentos históricos como la Fiesta del Té de Boston en Estados Unidos, uno de los episodios clave que desencadenaron la independencia americana.
Más que una bebida: un motor de desarrollo
Actualmente, el té es la segunda bebida más consumida del mundo después del agua, y se produce en más de 35 países. Solo en 2024, se estimó que el comercio mundial de té superó los 55.000 millones de dólares. Pero más allá de las cifras, lo que me conmueve es el tejido humano detrás de cada hoja.
Millones de pequeños agricultores dependen del té para sobrevivir. Mujeres y hombres recolectores en las laderas de Assam, comunidades enteras en Ruanda, cooperativas en Vietnam... El cultivo del té es laborioso, delicado y profundamente artesanal. Requiere manos expertas, paciencia, conocimiento del clima y un respeto absoluto por la naturaleza.
Por eso, en este Día Internacional del Té, me gusta recordar que cada sorbo es fruto del trabajo humano y del equilibrio con la tierra. Apostar por tés orgánicos, de comercio justo y de producción sostenible no es solo una elección de calidad, es un acto de conciencia.
El té como cultura, salud y ritual
No puedo hablar del té sin mencionar su dimensión espiritual y medicinal. Desde tiempos antiguos, el té ha sido valorado por sus propiedades beneficiosas: antioxidantes, digestivas, estimulantes, relajantes… Hay un té para cada momento, para cada necesidad, para cada estado de ánimo.
El té verde, por ejemplo, es conocido por su capacidad para proteger las células y estimular el metabolismo. El té negro, por su parte, aporta energía y ayuda a la concentración. Los tés fermentados, como el Pu Erh, son ideales para el sistema digestivo, mientras que los Oolongs nos ofrecen un equilibrio perfecto entre sabor, cuerpo y aroma.
Pero más allá de lo físico, el té también nos ofrece un refugio emocional. Preparar una taza con calma, observar cómo las hojas se abren, inhalar su aroma, saborear lentamente… Todo eso es una forma de meditación activa, de volver al presente.
En lo personal, el té me ha enseñado a escuchar con todos los sentidos, a valorar los detalles y a conectar con las personas desde otro lugar. He compartido silencios más profundos con una taza de té que en horas de conversación.
Mis recomendaciones imprescindibles
Como apasionado de sus aromas, historias y beneficios, no puedo evitar sentirme agradecido de formar parte de esta cultura. Cada taza es un viaje, una pausa consciente en medio del caos diario, una oportunidad para cuidar el cuerpo y alimentar el alma. Por eso, este mes quiero celebrarlo como se merece: compartiendo contigo tres tés únicos que puedes encontrar en Punto de Té, cada uno con una historia, un carácter y una energía distinta. Son tés que no solo recomiendo, sino que personalmente disfruto y valoro como pequeñas joyas.
1. Pu Erh Shu Cha Da Ye – Cosecha 2002
Comienzo con una auténtica reliquia. Este té oscuro, de la variedad "Shu", proviene de hojas grandes y nobles ("Da Ye") de Yunnan, China. Lo especial de esta joya es su añejamiento: cosechado en 2002, ha pasado más de dos décadas desarrollando profundidad, suavidad y complejidad.
Al prepararlo, es oscuro, denso, casi como un caldo ancestral. El aroma recuerda a tierra húmeda tras la lluvia, cuero antiguo y madera envejecida. En boca, sin embargo, sorprende con una suavidad sedosa, sin amargor, con notas de frutos secos y un regusto dulce que permanece largo tiempo.
Este té es ideal para momentos de introspección, para ceremonias personales o incluso como compañero de lectura silenciosa. Si nunca has probado un Pu Erh envejecido de verdad, esta es una oportunidad inmejorable. No todos los días se bebe el tiempo.
2. Té Azul Taiwan Aged Oolong – Cosecha 2015
Taiwán es tierra de grandes Oolongs, y este ejemplar envejecido es una muestra magistral del arte de la paciencia. Los Oolongs son tés semi-oxidado, y este en particular ha sido cuidadosamente almacenado y tostado de forma intermitente desde su cosecha en 2015. El resultado es un perfil aromático maduro, reconfortante y profundamente elegante.
Al infusionarlo, el líquido muestra tonos ámbar oscuro. Su aroma mezcla cacao, frutas maduras y notas minerales. En boca, hay un equilibrio perfecto entre la astringencia leve y un dulzor tostado, como nueces caramelizadas. Lo que más disfruto de este té es su evolución: cada infusión ofrece algo distinto, como si el té mismo fuera desvelando sus secretos con calma.
Ideal para la meditación, las tardes frías o como homenaje a uno mismo. Un aged Oolong bien cuidado es como una conversación con un sabio: pausada, rica, inolvidable.
3. Té Goishicha – Té Post-Fermentado Japonés
Este es quizás el más raro de la lista, y también uno de los más fascinantes. El Goishicha es un té post-fermentado japonés, producido de forma artesanal en la región de Kōchi. Su proceso incluye doble fermentación (aeróbica y anaeróbica), lo que lo acerca más a un alimento probiótico que a un té convencional.
Su aspecto es curioso, en bloques oscuros e irregulares. Al infusionarlo, el aroma es ácido, terroso, con reminiscencias de aceitunas y encurtidos. En boca, es sorprendentemente suave, con una acidez natural que refresca y una complejidad umami muy interesante.
No es un té para todos los días, ni para todos los paladares, pero si eres un explorador del té, el Goishicha es un descubrimiento que no olvidarás. Además, sus propiedades digestivas y su rareza lo convierten en una pieza de colección.
Celebrar el té es celebrar la vida
Este mes, más que nunca, te invito a salir de la rutina y a sumergirte en el mundo del té con curiosidad y respeto. El Día Internacional del Té no es solo una celebración para expertos o coleccionistas: es una llamada a reconectar con lo esencial, con la naturaleza, con los ritmos lentos y sabios de las hojas que infusionamos.
En Punto de Té, estos tres tesoros están esperando a ser descubiertos. Cada uno de ellos tiene algo que enseñarte, algo que regalarte. Tal vez uno te acompañe en tu rutina matutina, otro se convierta en tu ritual de descanso por la tarde, y otro más te abra las puertas a una cultura nueva.
Y recuerda: el mejor té no es necesariamente el más caro ni el más exótico. Es aquel que, en el momento adecuado, te ofrece justo lo que necesitas. ¡Feliz Día Internacional del Té!